"No le preguntes al extranjero su lugar de nacimiento; sino su lugar de destino"

sábado, 29 de octubre de 2011

Consenso

Nuestra época, por otra parte tan pendiente de los recursos que conoce, y de la hipótesis de su agotamiento, jamás ha previsto recurrir a aquellos, propiamente inagotables, a los que la libertad podría dar acceso: empezando por la libertad de pensar contra las representaciones dominantes. Se nos objetará la vulgaridad de que nadie escapa a las condiciones presentes, que nosotros no somos diferentes, etc. Y, desde luego, ¿quién podría jactarse de estar haciendo otra cosa que adaptarse a las nuevas condiciones, “apañándose” ante realidades materiales tan aplastantes, aun cuando no lleve la inconsciencia hasta el extremo de sentirse satisfecho excepto en algún que otro detalle? En cambio, nadie está obligado a adaptarse intelectualmente, es decir, a aceptar que ha de “pensar” con las categorías y términos que impone la vida administrada.

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El gusto por el conformismo respetable, el odio y el miedo pánico a la historia, salvo como caricatura unívoca y señalizada, han alcanzado un punto tal que al lado de lo que es hoy un ciudadanista –con sus indignaciones medidas y etiquetadas, su hipocresía de cura, su cobardía ante todo conflicto directo-, cualquier intelectual de izquierdas de los años cincuenta o sesenta casi pasaría por un indómito libertario desbordante de combatividad, fantasía y humor. Viendo semejante normalización de los espíritus, podría llegar a creerse en la acción de un policía del pensamiento. En realidad, la adhesión al consenso es el producto espontáneo del sentimiento de impotencia, de la ansiedad que conlleva y de la necesidad de buscar la protección de la colectividad organizada mediante un mayor abandono a la sociedad total. Poner en entredicho cualesquiera de las certezas democráticamente sancionadas por el asentimiento general –los beneficios de la cultura por internet o los de la alta tecnología médica- podría hacer sospechar una desviación en relación a la línea de la ortodoxia admitida, puede que hasta un pensamiento independiente e incluso un juicio referido a la totalidad de la vida alienada.

René Riesel y Jaime Semprún: Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible. Pepitas de calabaza. Logroño. 2011.

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