En los años ochenta, parte de la crítica más radical producida en Occidente fue el resultado de un deseo interesado de conservar el sujeto occidental u Occidente como Sujeto. La teoría de unos “efectos-de-sujeto” pluralizados era a menudo una excusa para este sujeto de conocimiento. Aunque la historia de Europa como Sujeto era narrada por la ley, la economía política y la ideología de occidente, este Sujeto oculto se presentaba como si no tuviera determinaciones geopolíticas”. Por tanto, la crítica más conocida del sujeto soberano inauguró realmente un Sujeto. Con el fin de demostrar esa idea tomaré en consideración el texto de dos especialistas de la crítica: “los intelectuales y el poder: una conversación entre Michel Foucault y Gilles Deleuze”. En este caso, del mismo modo que la crítica de las “mujeres del Tercer Mundo” ofrece una visión romántica de la lucha unida de las mujeres de clase trabajadora, estos radicales hegemónicos ceden también a la subjetividad indivisa de las luchas de los trabajadores.
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La invocación de la lucha obrera es funesta en su inocencia radical, pues es incapaz de dar cuenta del capitalismo global: la producción, en su mismo centro, del sujeto trabajador y de los parados dentro de las ideologías de los estados-nación; la creciente selección de la clase obrera de la periferia para la práctica de la plusvalía y, por ello, para el entrenamiento “humanístico” en el consumismo; y la presencia a gran escala del trabajo paracapitalista, así como el estatuto estructural heterogéneo de la agricultura de la periferia. Ignorar la división internacional del trabajo, haciendo de “Asia “(y en ocasiones “África”) algo transparente (a menos que el objetivo sea el “Tercer Mundo”); restablecer el sujeto legal del capital socializado, son problemas comunes al posestructuralismo y a la teoría “al uso” (la invocación de la “mujer” es igualmente problemática en la coyuntura actual). ¿Por qué deberían tales oclusiones ser sancionadas precisamente por esos intelectuales que son nuestros mejores profetas de la heterogeneidad y del Otro?
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Ni Deleuze ni Guattari parecen conscientes de que dentro del capital globalizador, el intelectual, blandiendo la experiencia concreta, puede ayudar a consolidar la división internacional del trabajo al convertir un modelo de “experiencia concreta”, puede ayudar a consolidar la división internacional del trabajo al convertir un modelo de “experiencia concreta” en el modelo.
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Y si bajo el posfordismo y la subcontratación internacional, el trabajo femenino desorganizado o permanentemente ocasional se convirtió en el pilar del mundo comercial, en la globalización contemporánea, el mecanismo de la “ayuda” corre a cargo de las más mujeres más pobres del sur, que forman la base de lo que en otro lugar he denominado luchas del cinturón-global (ecología, resistencia al “control de la población”), donde los límites entre lo global y lo local son inciertos. Este es el fondo para la emergencia del nuevo subalterno. Afrontar este grupo es no solo representarles (vertreten) globalmente en ausencia de un soporte infraestructural, sino también aprender a representarnos (darstellen) a nosotros mismos. Ello cuestionaría, asimismo, la demanda implícita, planteada por los intelectuales que eligen el sujeto “naturalmente articulado” de la opresión, de que tal sujeto proviene de una historia que es la narración escorzada de un modo de producción.
Gayatri Chakravorty Spivak: ¿Pueden hablar los subalternos? Traducción y edición crítica a cargo de Manuel Asensi Pérez. MACBA. Barcelona. 2009.
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Manuel Asensi: diferentes significados del término “subalterno/a” en la obra de Spivak.
a) Su primera caracterización, tal y como aparece en el manuscrito A, tomada del Grupo de Estudios Subalternos, y más en concreto, de Rinajit Guha, es que subalterno equivale a aquellos grupos heterogéneos que no forman parte de la élite, de las clases dominantes. Es un espacio de diferencia. Suele decirse que es el sentido que Gramsci le daba en los “Cuadernos de la cárcel”.
b) La caracterización quizá más conocida es aquella según la cual el subalterno no puede hablar en el sentido de que no puede ser oído, reconocido, comprendido. Son muchos los textos en los que Spivak ha dado esta definición.
c) Esta última descripción del subalterno se completa cuando se le relaciona con una acto de habla fallido (en el sentido, claro está, de Austin). Así, por ejemplo, Spivak ha afirmado que cuando dice que el subalterno no puede hablar quiere decir que incluso cuando el subalterno hace un esfuerzo para hablar, no es capaz de ser oído, o lo que es lo mismo, no es capaz de completar un acto de habla.
d) Se completa más aún cuando se precisa que ese destinatario que no la reconoce ni la oye se identifica con las instituciones.
e) En otros lugares, la subalternidad se describe en los siguientes términos: lugar en el que las líneas de movilidad social no permiten la formación de una base para una acción reconocible.
f) Otra caracterización que llama poderosamente la atención es aquella en la que Spivak afirma que la subalternidad es una posición sin identidad y que nadie puede decir en ningún lenguaje existente que es un subalterno. Es la razón por la que en este mismo ensayo, Spivak emplea la noción de Lyotard “le différend” para tratar de delimitarlo. Tal y como ha escrito, la subalternidad es el nombre que emplea para designar ese espacio que no tiene ningún contacto con la lógica del capitalismo o del socialismo. Pide, además, que no la confundamos con el trabajo marginal, las mujeres, los proletarios, los colonizados, el objeto de la etnografía, los emigrantes, los refugiados políticos.
g) A las anteriores definiciones, cabe añadir esta otra: el subalterno es aquel o aquella que más que actuar, sufre las acciones de otros.

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