Con la expresión franquismo sociológico se quiere referenciar una serie de comportamientos que, aun viniendo de lejos -tienen que ver con la relación histórica de España con su estado y su insercción en el capitalismo mundial-, enmohecieron durante las cuatro décadas de dictadura hasta taladrar el sentido común de un país desarmado intelectualmente por la represión, las purgas a los maestros de la República, la influencia religiosa y el demoledor exilio de buena parte de lo mejor del pensamiento de la época. El analfabetismo real o funcional (ligado a la ausencia de lectura de diarios y libros), el tancredismo (suerte de toreo que consiste en dejar pasar el toro subido en un pedestal, esto es, no asumir los problemas ni la responsabilidad propia), la comprensión de un pasado recordado como glorioso, la pusilanimidad ante el poder y el seguimiento acrítico al liderazgo, el miedo al conflicto que construye "mayorías silenciosas", la reverencia ante el orden, el encono ante la iglesia o, su contrario, la beatería genuflexa, la concepción patrimonial de lo público, el elogio del vino y del aprovechado, la oscilación infantil entre el asombro hacia lo foráneo y la defensa castiza de una tradición arcaizante, la descortesía institucional ante el ciudadano -en ministerios, comisarías, universidades, ayuntamientos-, o una concepción de la patria, la familia y la religión tan intolerentes en el discurso como laxas en la práctica concreta son algunas expresiones. No es extraño, por tanto, que que de esos barros lleguen en unos lodos en donde ser de centro puede significar estar con Franco y estar a la vez, sin desmayo ni desdecoro, con la democracia.
Juan Carlos Monedero: "La transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española". Los libros de la Catarata. Madrid. 2011
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